Una Verdad Fundamental

1 Cr. 29:11-12

11 Tuya es, oh Jehová la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová es el reino, y tú eres excelso sobre todos. 12 Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tu dominas sobre todo; y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos.

Dia 1 - Meditación

¿Si trabajaras menos, serias más feliz?, ¿Qué tal si tuvieras un mejor salario?, ¿Qué tal si te compras un auto nuevo?, ¿Compras una casa? O de repente ¿te sacas el premio de la lotería?

¿Lo has considerado?, ¿te has imaginado en un jacuzzy lleno de papeletas?

Estas son las ilusiones que el mundo vende: Que te esfuerces para ser rico, no importa que se te vaya la vida, no importa que sufras y tú familia se aleje, solo ten mucho dinero para que seas muy feliz. Alguien dijo que no entiende porque los seres humanos pasamos la vida, detrás de un bienestar que no está a nuestro alcance y al final morir como si no hubiéramos vivido.

La Biblia, la cual es la palabra de Dios, contiene secciones que describen al Señor y por consiguiente, son un espejo del alma del hombre. Allí no veras que se esconde ningún detalle, pues nos da consejos acerca del matrimonio, el noviazgo, la crianza de los hijos, la juventud, la vejez, la muerte, la vida y por supuesto, gran parte de ella habla del dinero.

La Biblia llama al afán por hacerse rico, la “ilusión” de las riquezas, lo que quiere decir que el perseguir las riquezas es perseguir el viento, pero este espejismo nos consume como seres humanos y como bebés ignoramos una gran verdad: Todo proviene de Jehová, pues él es dueño amo y Señor del universo; dueño de toda la majestad, el honor, la gloria, la victoria, TODO pertenece a él y no a nosotros. El no reconocer esta verdad fundamental, podría llevarte a vivir una vida alarmada, angustiada, ansiosa por buscar riquezas, dinero, bienestar y otras ilusiones, sin considerar que la vida es momentánea y que la verdadera riqueza está al alcance de doblar tus rodillas y reconocer al Dios del cielo. Por esto, derriba tus murallas, mira hacia al cielo y reconoce esa gran majestad que podemos notar cuando solo nuestro corazón le dice a Dios: “Tuya es la tierra y su plenitud”.

Que Dios te bendiga abundantemente...