El apóstol Juan, describe a Dios como amor puro (1 Juan 4:8b.). Este amor es un amor grande, maravilloso y sin igual a tal punto en que Dios tiene amor por todo: por la naturaleza, por el cielo, por la tierra, amor por tu vida, amor por la mía.
Por un momento imagina: ¿cuánto debió haberle dolido al Señor cuando la humanidad se desvió de sus preceptos en el huerto del Edén, cuando el pecado entró al mundo y contaminó la tierra a causa de la desobediencia por engaño?. En verdad debió dolerle mucho, pues el amor es sufrido (1 Corintios 13:4a.), por tanto, el saber desde la eternidad que el ser humano sufriría demasiado por motivos de pecado, ha debido doler desde antes hasta el fondo del corazón hoy. Lo que sí sé, es que nuestro Señor no se puede doblegar ante ningún dolor, sino que por amor de su nombre, lo que es igual a decir, por amor al amor desde el mismo momento en que la humanidad pecó, prometió una salida, prometió su gracia, prometió a Jesús. (Génesis 3:15).
La gracia no es más que la inspiración bondadosa de Dios para alcanzar a una humanidad que se ha desviado de sus caminos y ha mirado hacia un rumbo que no conduce hacia él. Jesucristo es el centro de esta gracia, en quien Dios vertió todo su amor para que con solo al creer en él de corazón ya estarás unido o unida al amor universal que Dios eternamente ha mostrado por la humanidad.
Hoy, abraza la gracia salvadora de Dios a través de Jesucristo; no lo dejes para otro momento.
Que Dios te bendiga abundantemente.
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