sábado, 21 de enero de 2017

El Angel Horrorizado

Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
Apocalipsis 22:9

En la visión apocalíptica, cuando el ángel terminó de dar el mensaje sobre lo que serían los últimos tiempos al apóstol Juan, este quedó absorto.  Con reverencia dobló sus rodillas que no paraban de temblar, como si sus nervios cobraran vida por sí mismos.  Luego de caer al piso, inclinó su cabeza para pegar la frente al suelo en actitud de adoración hacia aquel corresponsal divino.

El ángel se mostró muy sorprendido.  Un  extraño escalofrío hizo que se erizaran los bellos de sus brazos. Sus pupilas se dilataron, su respiración se tornó fría y se podía sentir de lejos su ansiedad. Se aceleraron los latidos de su corazón notándose a leguas la agonía de este ser inmortal.  Junto a todas estas sensaciones, sin perder tiempo, tragó en seco por su  garganta trabada y le pidió a Dios fuerzas para comunicar con firmeza a Juan estas palabras que le dijo: No te postres ante mí, porque tú y yo somos siervos del Dios altísimo a quien debemos toda la gloria.  Adora al Señor.

Este relato nos enseña que solo a Dios se debe toda la gloria, la honra y el honor.  La gloria de Dios es algo en lo que debemos meditar hasta donde nuestros sentidos soporten, por el peligro que representa postrarse y adorar otro algo que no sea a nuestro gran Dios.

Cuando estamos conscientes de que Dios es el objeto universal de toda adoración, nos sentimos seguros de no doblar nuestras rodillas ante ningún hombre, mujer o entidad que no sea nuestro Dios. Al pensar un poco en la gloria de Dios, nos damos cuenta de que todo ser humano merece respeto, amor, cuidado y admiración, pero no adoración.

La grandeza de la gloria de Dios nos hace saber que ningún ser humano tiene más valor que otro. Todos somos iguales, independientemente de nuestra condición: presidentes, reyes, pobres, ricos, poderosos, mansos, guerreros, no representan diferencias fundamentales ante Dios.

El ángel de esta historia, le hizo saber al apóstol Juan esta gran realidad: El Señor es el único objeto de adoración en todo el universo. Adorarle a él.

Que Dios te bendiga abundantemente.

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